Un retrato de Descartes
Lo que nos proponemos con esta actividad, a la que hemos denominado "Un retrato de Descartes", es facilitar el estudio de la filosofía cartesiana a los estudiantes de 2º de Bachillerato, que habrán de componer entre todos una representación gráfica de los pasos seguidos por Descartes, desde el momento en que reconoce dudar de todo hasta que es capaz de alcanzar una primera verdad absolutamente indudable y, apoyándose en ella, poder llegar a confirmar la existencia de Dios y, gracias a él, del mundo.
Para poder plasmar en imágenes las reflexiones de Descartes, los estudiantes deberán decidir y preparar previamente, durante el tiempo que dediquemos a estudiar en clase su pensamiento, la fase de la filosofía cartesiana que representará cada uno. Además, deberán ingeniárselas para encontrar algún elemento visual que se identifique lo más claramente posible con el momento de la reflexión que cada alumno represente. Por ejemplo, quien represente la hipótesis del genio maligno deberá encontrar algún atuendo que recuerde a una figura malvada.
Luego, utilizaremos varias sesiones para plasmar en imágenes el esquema del pensamiento cartesiano. Inicialmente interpretaremos la primera fase de la filosofía de Descartes, en la que el filósofo francés reflexiona sobre la insuficiencia de la razón por sí sola para determinar qué conocimientos son claros y evidentes en la búsqueda de la verdad, ya que se equivoca en numerosas ocasiones. Si recordamos, Descartes señalaba que era necesario un método basado en la matemática para reconstruir el edificio del saber sobre bases firmes y seguras, constituido por una serie de reglas que nos permitan distinguir de forma clara y evidente lo verdadero de lo falso. Las reglas fundamentales son la evidencia (aceptar solo aquello que se presente con claridad y distinción), el análisis (dividir las dificultades con que nos encontremos en el mayor número de partes posible para llegar a los elementos más simples, cuya sencillez nos permita establecer su verdad a través de la intuición), la síntesis (pasar de los objetos más simples al conocimiento de los más complejos) y la enumeración (revisar los pasos de la investigación para asegurarnos de no omitir nada y de no haber cometido ningún error en la deducción). Para comenzar su búsqueda de verdades firmes y seguras, Descartes decide suspender su juicio sobre todo conocimiento que pueda generar alguna duda. Y es que existen determinadas situaciones que nos hacen dudar: el engaño de los sentidos, hasta el punto de no ser capaces de distinguir entre sueño y vigilia, el desacuerdo existente entre filósofos acerca de la verdad, y la hipotética existencia de un genio maligno que hace todo lo posible porque nos engañemos. Sin embargo, parece que hay algo de lo que no podemos dudar, porque incluso la propia duda nos lo ratifica: por mucho que me vea envuelto en un mar de dudas, lo que está claro es que, para dudar, tengo que ser algo. Para pensar, concluye Descartes, es necesario existir, lo que se convertirá en la primera verdad evidente, sobre la que se fundarán todas las demás.
En esta primera fase de su filosofía se basará nuestra primera fotografía. Como vemos en la imagen que aparece a continuación, la alumna de la izquierda vestida de verde representaría la unidad de la razón de la que habla Descartes al comienzo de su reflexión. Que la razón no sea suficiente por sí sola para encontrar la verdad es algo que simboliza la alumna de la izquierda vestida de rosa. A sus pies se sitúan cuatro alumnas que simbolizarían las cuatro reglas básicas del método, representando la evidencia, el análisis, la síntesis y la enumeración. A continuación encontramos las diferentes situaciones que nos provocan duda: la imposibilidad de distinguir entre sueño y vigilia, representada por la alumna que simula estar durmiendo; el desacuerdo entre filósofos, simbolizado por los tres alumnos que simulan pelearse; y el hipotético genio maligno que nos haría dudar, representado por la alumna con el disfraz negro de demonio y por el alumno atado al genio maligno con cadenas, que representaría esa duda. Con todo ello llegaríamos a la primera verdad evidente, simbolizada por el alumno de la derecha: la existencia del yo.
Una vez que situamos el momento en que Descartes identifica el primer principio absolutamente seguro, continuaremos con el relato qrtumental que llevará a Descartes a encontrar la forma de demostrar la existencia de Dios y convertirlo en garantía última del método y en la vía para acceder al conocimiento del mundo, que inicialmente resultaba tan problemático.
Del acto mismo de pensar surge, entonces, la verdad indubitable de que si somos capaces de pensar, tenemos necesariamente que existir. Lo único que cuenta como verdad absoluta es el hecho de pensar, que consiste en tener ideas. Estas ideas pueden ser de tres tipos según su origen: adventicias, que proceden de los sentidos; facticias, creadas por la propia imaginación; e innatas, que el pensamiento puede llegar a poseer por sí mismo sin que medien los sentidos o la imaginación. Es claro que sólo las ideas innatas, que no dependen en ningún sentido de una realidad exterior, serán fiables. Entre éstas se encuentra la idea de infinito, que Descartes identificará con Dios: solo puede ser una idea innata porque representa algo tan perfecto que no puedo haberla creado yo mismo, y tampoco ha podido llegarme de fuera, pues no poseo experiencia directa de Dios. De lo que tratará Descartes a continuación es de demostrar su existencia, algo que hará apoyándose en el argumento ontológico de San Anselmo: un Dios no existente es imposible, por lo tanto, existe. De esa manera, Descartes convierte a Dios en la garantía última del criterio de la evidencia y, en general, de toda verdad ya que, por su perfección, no puede engañarme ni permitir que me engañe. A partir de esta conclusión, se da cuenta de que tenemos la facultad pasiva de sentir ideas que parecen provenir de cosas sensibles. Gracias a la veracidad divina, señala, podemos asegurar que hay una sustancia o realidad extensa, distinta de la sustancia pensante que somos nosotros, estructurando de este modo la realidad en tres esferas: Dios o sustancia infinita, el yo o sustancia pensante, y los cuerpos o sustancia extensa, cuyas características esenciales son la extensión y el movimiento.
Son estas reflexiones las que intentamos plasmar en la imagen que se puede ver a continuación. La alumna de la izquierda, representando al "yo" de Descartes, intenta simbolizar con su traje de superhéroe la enorme fuerza de esa primera verdad para servir de apoyo a todo el sistema filosófico cartesiano. Los alumnos que están a la izquierda representarían las ideas facticias: el alumno estaría creando y modelando a la alumna, tal como hace la imaginación con las ideas facticias. A su derecha se encuentra la alumna que simbolizaría las ideas adventicias, que parece que provienen del exterior de la mente. La alumna que sostiene en una mano la palabra "in" y, en la otra, un bote de nata, trata de representar las ideas innatas y, a su lado, otra alumna representa la idea innata de Dios. Los diferentes elementos del mundo estarían representados por todos los alumnos que están a la izquierda de la imagen; elementos interconectados entre sí al igual que los estudiantes de la foto, que están cogidos de la mano. A su vez, están agarrados a Dios, de quien dependen. La alumna que representaría las ideas adventicias parece que también da la mano a los alumnos que representan la sustancia extensa, pero en realidad no lo hace, simbolizando así nuestra sensación de que las ideas adventicias provienen de algo externo a la mente.
Lo que pretendemos con esta actividad es que los estudiantes reflexionen en profundidad sobre el proceso de pensamiento cartesiano, algo a lo que, sin duda, les ayudará el tener que componer una imagen que muestre gráficamente la conexión lógica entre sus diferentes ideas. Esa imagen en la que los estudiantes deberán volcar toda su capacidad creativa les ayudará a recordar lo esencial del pensamiento cartesiano, ya que es más fácil recordar una imagen en la que apareces tú y tus compañeros que un esquema conceptual generalmente abstracto.