Como la vida misma.
Pilar Sánchez Fernández
el 15/05/2018 a las 13:13 Citar este mensaje
Después de toda esta historia, me gustaría decir que esperaba algo diferente, pero no es cierto; sonará derrotista, pero al final, aquellos que se encargan de que las cosas funcionen son los mismos en cualquier tipo de sociedad o de circunstancias. Tres tipos de persona observé en la actividad: las que se aprovechan en beneficio propio, los que no se enteran (o pasan, o les da igual), y los competentes. Estos últimos eran el menor número, y, además, no podían estar a mil cosas a la vez. Me sorprendió muchísimo también el carácter cerrado de las asambleas; en su afán por demostrar sus pensamientos “de izquierda” muchos de los que iban de líderes en estas no se daban cuenta de que, al final, estaban imponiendo sus creencias y convicciones sobre el resto. Se convirtió en muchos momentos en una lucha dialéctica y de egos, sin darse cuenta de que teorizar está muy bien, pero si no trabajas con aquello que tienes entre manos, no puedes hacer nada. Aquellos que dieron el golpe de estado aquella noche, no se plantearon que pasaría después. Sólo querían quitar al gobierno, pero no tenían un plan de acción posterior. La destrucción del poder, por muy necesaria que sea, si no conlleva una solución consigo, es vana. No puedes esperar tras destruir un gobierno que lo que venga después sea mejor. No se puede pensar que mis ideas son válidas en todas las situaciones, hay que adaptarse y actuar en consecuencia, no hay ninguna teoría ni postura válida que lo sea en todas las situaciones de todos los universos posibles. Había mucho idealismo de izquierda, pero del malo, del cerrado, del dogmático, del que sólo se mira su propio ombligo.
Obviamente también hubo muchísimas cosas buenas; la convivencia fue muy agradable, hubo trabajos de muchísima creatividad (una compañera por ejemplo montó un negocio de cartas del tarot), muy buenos ratos… y ver a todos colaborando en distintas situaciones fue muy gratificante. A parte, seguramente el maravilloso paisaje de alrededor tuvo algo que ver.
La experiencia debería implementarse en más institutos, universidades, incluso en otro tipo de colectivos, porque es muy educadora. Ayuda a comprender el trabajo que conlleva cualquier tipo de organización de las personas, y a ser un poco más comprensivos con las instituciones (siempre que estas sean honradas). Abre los ojos sobre la dificultad de ponerse de acuerdo, del consenso, de las diferencias entre ser una democracia o una oligarquía, y también enseña que siempre debería uno participar de su sociedad y su política, sino para cambiar cosas, al menos para garantizar que, quién esté en el poder, no abuse del mismo.
Obviamente también hubo muchísimas cosas buenas; la convivencia fue muy agradable, hubo trabajos de muchísima creatividad (una compañera por ejemplo montó un negocio de cartas del tarot), muy buenos ratos… y ver a todos colaborando en distintas situaciones fue muy gratificante. A parte, seguramente el maravilloso paisaje de alrededor tuvo algo que ver.
La experiencia debería implementarse en más institutos, universidades, incluso en otro tipo de colectivos, porque es muy educadora. Ayuda a comprender el trabajo que conlleva cualquier tipo de organización de las personas, y a ser un poco más comprensivos con las instituciones (siempre que estas sean honradas). Abre los ojos sobre la dificultad de ponerse de acuerdo, del consenso, de las diferencias entre ser una democracia o una oligarquía, y también enseña que siempre debería uno participar de su sociedad y su política, sino para cambiar cosas, al menos para garantizar que, quién esté en el poder, no abuse del mismo.