Ponencia en el CEP de Torrelavega - Parte 1
Por vidalrlavid | El 06/02/2019 | NOTICIAS
Guion - Educación emocional y ciudadanía
En sesiones anteriores habéis comentado los beneficios de la inteligencia emocional sobre el desarrollo integral de la persona y sobre las relaciones sociales y familiares. También su influencia sobre el aprovechamiento académico de los alumnos y en la convivencia escolar.
Seguramente estaréis ya convencidos de la necesidad de incluir la cuestión emocional en vuestra actividad educativa. La cuestión es cómo hacerlo, cómo diseñar y llevar a la práctica actividades concretas que aprovechen las emociones para generar motivación y un clima social favorable al estudio.
Os contaré cómo lo hemos planteado en el Departamento de Filosofía del IES La Granja. Comenzaré con algunas reflexiones sobre la importancia de incluir la educación para la ciudadanía entre nuestras prioridades formativas, seguiré con un breve análisis sobre el modo en que las emociones influyen en la vida social y sobre la posibilidad de utilizarlas en beneficio de nuestros objetivos pedagógicos, para acabar describiendo, a modo de ejemplo, una actividad de carácter interdisciplinar que llevamos desarrollando los últimos 14 años, y que ha demostrado ser muy útil para mejorar la inteligencia social, además de aportar otros muchos beneficios educativos que luego comentaré.
PWP 2 Ciudadano: Habitante de las ciudades antiguas o de Estados modernos, como sujeto de derechos políticos, y que interviene, ejercitándolos, en el gobierno del país. Sería toda persona miembro activo de un Estado, titular de derechos políticos y sometido a sus leyes.
Aristóteles: el ciudadano es titular de un poder público no limitado. Participa de manera estable en el poder de decisión colectiva.
Evolución del término:
- “Ciudadanía civil“, en el s. XVIII, vinculada a la libertad y los derechos de propiedad.
- “Ciudadanía política“, propia del XIX, ligada al derecho al voto y al derecho a la organización social y política.
- “Ciudadanía social", a partir de la segunda mitad del siglo XX, relacionada con el desarrollo de la educación y el Estado del Bienestar.
1. El concepto de ciudadano. Incluye, obviamente, la pertenencia de pleno derecho a un determinado Estado, lo que lleva consigo el disfrute de ciertos derechos y estar sujeto a ciertas obligaciones. Pero en las democracias contemporáneas la ciudadanía se plantea cada vez más como una forma de participación en las decisiones colectivas, asumiendo responsabilidades e implicándose personalmente en la consecución del bienestar general de todos, sin exclusiones. Para los alumnos: Aula como ámbito inmediato de participación
Hay quienes objetan el carácter ideológico de la promoción de ciertos valores. En otros tiempos estar dispuesto a “dar la vida por la patria” era uno de los principales valores a implantar en la mente de los ciudadanos, algo que hoy sería probablemente visto como una manipulación. ¿Podríamos estar haciendo lo mismo al promover una democracia participativa, igualitaria y orientada a la integración y al bienestar social de todos los ciudadanos? ¿Y si lo utilizáramos para fomentar el sentimiento nacionalista? Es difícil dar una respuesta definitiva a esta cuestión y, por muy convencidos que estemos de la bondad de los valores que promovemos, no debemos olvidar nunca se trata de hacer posible que cada alumno y alumna pueda acabar eligiendo con la mayor libertad posible su propio modelo de sociedad. De todos modos, la conveniencia de estar informado/a y de participar de modo consciente y consecuente en la vida pública, así como de contribuir con sus reflexiones y decisiones a la mejora de la sociedad, creo que es algo que podemos demandar de todo el que quiera considerarse ciudadano.
La propuesta política de Platón. Su rechazo a la democracia… ¿Por qué?
PWP 3 PLATÓN
- “Nace la democracia cuando, habiendo vencido los pobres, matan a algunos de sus contrarios, a otros los destierran y a los demás les hacen igualmente partícipes del gobierno y de los cargos, que, por lo regular, suelen cubrirse en este sistema mediante sorteo. Así es como se establece la democracia, ya por medio de las armas, ya gracias al miedo que hace retirarse a los otros.”
- “Un régimen placentero, anárquico y vario que concederá indistintamente una especie de igualdad tanto a los que son iguales como a los que no lo son.”
2. La Democracia.
Es necesaria una educación política de los ciudadanos si se quiere construir una auténtica democracia. Muy importante para la convivencia en paz en todos los ámbitos de la vida; para empezar, en los propios centros de enseñanza.
EJEMPLO: ¿Preferiríais vivir en una dictadura regentada por científicos encargados de decidirlo todo sin consultar nada al pueblo o en una democracia en la que el nivel cultural del resto de habitantes es el que suponemos a los campesinos de la edad media o el de los fanáticos creyentes en la sanación por la oración y en la que todas las leyes se promulgasen por referéndum?
Sobre el tópico de que la política es cosa de los políticos:
La profesionalización nos dispensaría de nuestros deberes ciudadanos. La cosa pública se convierte en cosa privada de los partidos, el negocio particular de los políticos.
Sobre la definición de la democracia:
Más que un régimen determinado, es un ideal político. En los estados occidentales, la democracia tiene a veces serios defectos, en materia de libertad, de transparencia, de participación cívica, de tolerancia, etc. La creciente influencia política de poderes no políticos, la apatía ciudadana y un alto índice de abstención electoral, la colonización del poder ejecutivo sobre el legislativo y el judicial, negociación en lugar de debate parlamentario, estructura autoritaria de los partidos políticos, democracia mediática o de audiencias… la democracia es una tarea inacabable. Ser un ciudadano demócrata significa: dedicar tiempo y esfuerzo a formar nuestra opinión política, prestar atención a los problemas de nuestra comunidad, aceptar que todo lo que sea de interés común ha de pasar por el debate y la decisión de todos… de tan exigente que le parecía, Rousseau decía que la democracia era un régimen político más propio de ángeles que de seres humanos.
Es incomprensible que se piense antes que en la formación ético-política de los alumnos en incluir en la escuela historia de las religiones, educación vial y hasta gastronomía del lugar.
La democracia no es solo, o principalmente, un procedimiento de toma de decisiones o de reposición periódica de los gobernantes, ni siquiera el método más útil y eficaz para la convivencia ciudadana, pues quizá el despotismo ilustrado o una dictadura benevolente podrían tener técnicamente mejores resultados. Si la democracia es un ideal, lo es como “principio” para organizar la comunidad sobre la base del respeto a la igualdad y libertad políticas de los sujetos; y de ese principio emanará ese método de elección de representantes y de votación en las decisiones. Pero entre la representación y la decisión mayoritaria está la deliberación: la democracia es ante todo el régimen político basado en el permanentemente ejercicio de la palabra pública acerca de lo público, es decir, en el que la ciudadanía entera acuerda “comunicativamente” las orientaciones de la comunidad.
Repetir que la democracia se reduce a ser el gobierno de la mayoría equivale a sostener que ese régimen tiene solo un apoyo aritmético por el que el gran número debe imponerse al menor número. Pero el fundamento de la democracia es a la vez moral, porque asegura mejor el respeto de la dignidad de otros y porque el debate público pone las condiciones para que las decisiones adoptadas sean fruto de los mejores argumentos y se aproximen a lo más justo en cada momento. Un simple gobierno de la mayoría podría negar los derechos de sectores minoritarios de la población, lo que representaría una renuncia a la democracia misma.
El grado de información de los ciudadanos:
Hasta en las sociedades más desarrolladas y comparativamente más cultas, con larga tradición democrática, la mayoría de la población permanece en el nivel de las convenciones sociales. Solo una pequeña minoría se salva de la desinformación y desorientación políticas de los públicos de masas.
Las encuestas coinciden en EEUU en afirmar que solo entre un 10 a un 20% de la población adulta sigue los acontecimientos políticos y merece la calificación de informado. La mitad del electorado ignora, por ejemplo, qué partido tenía la mayoría en el congreso, pese a que solo había dos opciones, republicano o demócrata. En Europa, cuando la Unión Europea convoca una convención para elaborar una constitución europea, apenas el 1% de los ciudadanos sabía que ese era el motivo. En España, muchos expertos en ciencias políticas coinciden en la ausencia de un concepto de lo público en cuanto ámbito de responsabilidad colectiva. Es la carencia de cultura cívica la que mina el respeto por las normas y la responsabilidad común ante la cosa pública y ante el Estado.
Un objetivo fundamental de nuestra actividad de construcción social es conseguir que los alumnos experimenten su corresponsabilidad en la buena marcha de la sociedad. Esto podría materializarse luego en la participación en asociaciones y proyectos colectivos.
3. La formación para la ciudadanía.
PWP 5 El Consejo de Europa aprobó en 2002 una Recomendación sobre Educación para la Ciudadanía Democrática, inspirada en la declaración de la UNESCO, preocupado por el déficit democrático que sufren o están en riesgo de sufrir nuestras sociedades. En ella se considera prioritaria la intervención de la escuela para lograr que los ciudadanos adquieran algunas competencias, como:
- Resolver conflictos de forma no violenta
- Argumentar en defensa de los puntos de vista propios
- Escuchar, comprender e interpretar los argumentos de otros
- Reconocer y aceptar las diferencias
- Elegir y considerar alternativas y someterlas a un análisis ético
- Asumir responsabilidades compartidas
- Establecer relaciones constructivas con los demás
- Realizar un enfoque crítico de la información recibida
PWP 6 En las sociedades democráticas, la educación en ciudadanía debe ayudar a los estudiantes a convertirse en ciudadanos activos, informados y responsables, a la vez que los dota de voluntad y de herramientas para responsabilizarse de sí mismos y de las comunidades locales, regionales, nacionales e internacionales a las que pertenecen. Para lograrlo, se han de desarrollar habilidades, actitudes y valores en cuatro ámbitos competenciales básicos:
- Interactuar de manera eficaz y constructiva con los demás
- Desarrollar un pensamiento crítico
- Comportarse de manera responsable en la sociedad
- Actuar democráticamente
Ello implica, además del aprendizaje teórico-práctico de temas relevantes en el aula, la posibilidad de desarrollar experiencias de carácter convivencial, a través de actividades prácticas, tanto en el contexto escolar como en otros ámbitos de la sociedad, diseñadas para preparar a los estudiantes en su papel como ciudadanos.
La educación ciudadana ha de servir para proporcionar los conocimientos y las actitudes necesarias que garanticen que la sociedad no actúa de manera impositiva o adoctrinadora. Por eso, debe incluir valores y conocimientos alternativos a los que una sociedad regida por el mecanismo de mercado y del beneficio económico transmiten. Los ciudadanos deben ser adiestrados en el ejercicio de la razón y en la capacidad de reflexión individual. La educación para la ciudadanía pasa necesariamente por la participación en un proceso de construcción democrático y colectivo. Dewey pone de manifiesto que, puesto que la inteligencia es necesariamente social, y que no hay verdad previa o establecida, el crecimiento del yo implica participar en las tomas de decisiones colectivas, democráticamente forjadas a través de procesos vitales compartidos. Para Dewey, debemos ser individuos activos, comprometidos con la democracia, que profundicen en sus valores y virtudes con el objetivo de permitir el crecimiento y la libertad individual.
Libertad de conciencia y ejercicio de la razón. Para que haya una auténtica libertad de conciencia los individuos pueden y deben tener la posibilidad de revisar sus propias concepciones de lo que está bien y lo que está mal, algo que no es posible sin el ejercicio de la razón. La sociedad debe garantizar a los individuos que sean cuales sean los valores objetivos o modos de vida que persigan, éstos han de haber sido examinados racionalmente. M. Toscano señala: “No se trata solamente de que nuestras creencias sean verdaderas, nuestros fines buenos o nuestras acciones sean correctas, sino de que lleguemos a saber por qué lo son, pues solo de esa forma serán nuestras propias creencias o nuestros propios fines”
4. Las emociones y la acción política.
Uno de los hallazgos más interesantes de la neurociencia ha sido descubrir el papel que juega la amígdala, situada en la parte interna del lóbulo temporal medial y perteneciente al sistema límbico del cerebro. Cumple la función de reconocer estímulos amenazantes o peligrosos y reaccionar rápido ante ellos, buscando una la respuesta entre patrones innatos y vivencias pasadas.
Se sabía que la amígdala está estrechamente ligada a los procesos de aprendizaje, la memoria, los afectos y las pasiones, constituyendo “una especie de depósito de la memoria emocional”, pero no fue hasta mediados del siglo XX cuando, gracias al neurocientífico Joseph LeDoux, se descubrió su verdadera importancia: la amígdala asume el control en la toma de decisiones cuando el neocórtex o “cerebro pensante”, zona del cerebro encargada de analizar, comprender y organizar la información recibida para elaborar una respuesta racional adecuada, no ha hecho aún ninguna elección. Nos encontramos ante una estructura cerebral que se anticipa emocionalmente a una respuesta racional en la toma de decisiones. Ya que su labor principal es buscar cualquier indicio de amenaza en nuestras percepciones, no es de extrañar que envíe señales urgentes “que estimulan los sentidos y ponen el cerebro en estado de alerta” ante el peligro.
En definitiva, “la amígdala toma decisiones en situaciones de emergencia”, ofreciendo al cuerpo instrucciones inmediatas para que huya, ataque, etc. Por esto, es frecuente que la amígdala, en palabras de Goleman, “secuestre” gran parte del cerebro durante un estado de amenaza, incluida la mente racional, que necesita más tiempo para analizar la información con precisión y proporcionar una respuesta adecuada. Esta respuesta urgente se ve reforzada por la existencia de unos canales cortos y directos que unen las percepciones sensoriales de ojos y oídos con el tálamo y la amígdala, prescindiendo del cerebro pensante. Las vías de único sentido que unen después el sistema límbico y el neocórtex son, además, muy potentes, por lo que no resulta difícil que una emoción emitida por la amígdala inunde el cerebro. Esta vía directa entre sentidos y sistema límbico tiene una gran importancia evolutiva ya que, gracias a ella, nuestra especie pudo guiarse por respuestas rápidas que permitieron ganar unos milisegundos clave para salir airoso en situaciones de peligro.
El caso de Phineas Gage: Su inteligencia se mantuvo intacta, al igual que su memoria o su capacidad lingüística. Sin embargo, psicológicamente había cambiado de forma drástica: había pasado de ser un hombre responsable, diligente y afable a una persona agresiva, irresponsable, irreflexiva y sin ningún interés por sus congéneres. Lo que ocurrió, en opinión del neurólogo Antonio Damasio, fue que el accidente provocó la desconexión entre razón y emoción, desposeyendo así Phineas Gage de todo tipo de regulación emocional. Ésta debería activarse en el córtex prefrontal con ayuda de los lóbulos prefrontales, de modo que mientras el organismo sigue la instrucción impulsiva que le llega desde la amígdala, puede ir preparando una respuesta más calculada y eficaz ante la amenaza, lo que, a su vez, controla, o al menos reduce, la respuesta emocional.
La clave del proceso de toma de decisiones parece situarse, pues, en el córtex prefrontal, una región cerebral que nos permite analizar y controlar nuestros deseos apoyándonos en experiencias pasadas, aplicándolas al presente para orientar nuestras decisiones.
Estos procesos internos son muy útiles porque nos sirven para automatizar ciertas elecciones, haciéndonos actuar sin ser conscientes de por qué lo hacemos, aunque suponen un obstáculo problemático para el ejercicio del libre albedrío.
El conocimiento puede alterar la percepción sensorial e influir en nuestras elecciones. El experimento consistió en una degustación de dos cervezas, una de ellas con unas gotas de vinagre balsámico y la otra sin alterar, todo ello sin que los participantes supiesen qué estaban bebiendo. Sorprendentemente, la gran mayoría coincidió en que la cerveza modificada tenía mejor sabor. Ariely hizo la misma prueba con otro grupo de participantes que sí sabían lo que estaban bebiendo. En esta ocasión, todos prefirieron la cerveza sin adulterar e incluso confirmaron el mal sabor de la cerveza modificada.
En conclusión, las expectativas ocasionadas por nuestro conocimiento afectan a nuestras percepciones y vivencias, lo que influye, e incluso condiciona, la toma de decisiones.
La creencia popular, fuertemente ligada a la tradición racionalista, nos dice que no debemos dejarnos llevar por las emociones al tomar una decisión ya que, de esta manera, las elecciones estarán muy marcadas por la subjetividad y correrán el riesgo de no ser buenas decisiones. Algunos estudios alertan, incluso, del influjo dañino de los sesgos emocionales. Efectivamente, en algunos casos las emociones pueden producir estragos en los procesos de razonamiento, por ejemplo, cuando se basan en el resentimiento o la venganza, con muy negativas consecuencias. Sin embargo, una ausencia total de emoción resultará igualmente perjudicial. Las investigaciones de Damasio en personas cuyas conexiones entre amígdala y córtex prefrontal estaban dañadas concluyeron que, aunque su coeficiente intelectual o sus habilidades cognitivas se mantuviesen intactas, sus procesos de toma de decisiones se habían deteriorado considerablemente. Este deterioro se debía a que tales personas habían perdido “el acceso a su aprendizaje emocional”, es decir, su capacidad de asociar la situación presente con acontecimientos pasados y con sus respectivas reacciones emocionales. La importancia de este aprendizaje emocional radica en que nos permite dar importancia a determinadas opciones y desechar otras. De esta manera, “la emoción guía nuestras decisiones instante tras instante, trabajando mano a mano con la mente racional y capacitando –o incapacitando– al pensamiento mismo.”
PWP 7. Manuel Arias Maldonado, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Málaga, en su obra La democracia sentimental:
“Asistimos a la reaparición de viejos fantasmas políticos […] Son fantasmas en sentido estricto, viejos conocidos en trance de reaparición espectral: el nacionalismo, la xenofobia, el populismo. Suiza votó en referéndum limitar la entrada de trabajadores comunitarios, el Reino Unido votó abandonar la Unión Europea, el nacionalismo secesionista ha cobrado fuerza y los partidos populistas han crecido –a izquierda y derecha– en todo el continente. Sin olvidar, al otro lado del Atlántico, la nominación de una estrella de los reality shows televisivos como candidato a la presidencia del Partido Republicano. Son fenómenos que apuntan en una misma dirección: hacia un movimiento de introversión agresiva dominado por las emociones antes que por la razón. O, al menos, guiado por razones que parecen poco razonables en el marco de una conversación pública donde nadie escucha a nadie.”
De todo ello se desprende que las decisiones tomadas sin tener en cuenta nuestro estado emocional probablemente resulten equivocadas; “ciertos aspectos del procesamiento de emociones y sentimientos son indispensables para la racionalidad.”
La mente racional y la emocional operan en estrecha colaboración: mientras que la emoción moldea y guía las operaciones de la razón, ésta ajusta las reacciones emocionales.
Toda sociedad, y no solo las de corte fascista o totalitario, como habitualmente suele pensarse, está vertebrada en torno a multitud de emociones. De hecho, “todos los principios políticos precisan para su materialización y su supervivencia de un apoyo emocional que les procure estabilidad a lo largo del tiempo”. Sin embargo, la tendencia creciente a anteponer el “yo” y sus intereses en detrimento de otras personas está provocando que proliferen emociones que desestabilizan la buena marcha de la sociedad, tales como el asco o la envidia. Esa desestabilización puede alcanzar su auge si ciudadanos y políticos se dejan guiar por ellas para elaborar las leyes que construyan su sociedad.
CONTAGIO Y CLIMA EMOCIONAL
PWP 8. Las emociones son individuales y subjetivas. Pero también constituyen un fenómeno social al ser experimentadas en relación con los demás.
Situaciones en las
que se concentra un = Contagio emocional
gran número de gente Forma de empatía por la que
(p. e.: manifestaciones se transmiten emociones
o mítines políticos) entre varias personas
Estado emocional
de un conjunto de = Clima emocional
personas
Suele pensarse que las emociones son individuales y subjetivas, pero lo cierto es que la mayoría se experimentan en relación con los demás. En situaciones en las que se concentra un gran número de gente, como ocurre en las manifestaciones o en los mítines políticos, es altamente probable que se dé lo que conocemos como “contagio emocional”: Una forma de empatía, un mecanismo arcaico que funciona de modo automático e inconsciente y que se revela a través del lenguaje no verbal. Este proceso tiene lugar gracias a las llamadas “neuronas espejo”, que se activan tanto al llevar a cabo una determinada acción como al observar a otra persona ejecutarla. Estas neuronas nos permiten comprender los estados emocionales ajenos ya que “propician la imitación automática de los gestos y las emociones que reconocemos en los demás.” De esta forma, la persona asegura su aceptación por el grupo, mejorando así sus posibilidades de supervivencia.
Estos contagios desembocan en climas emocionales, esto es, en el estado emocional de un conjunto personas, que puede abarcar desde un grupo reducido hasta un país entero. Se trata, entonces, de un estado emocional colectivo que se genera tras experimentar una misma situación, a partir de la cual los afectados realizan las mismas valoraciones. “hay climas emocionales compartidos por los ‘nuestros’ que difícilmente pueden ser comprendidos y experimentados por los ‘otros.’” Es por esta razón por la que las actuaciones de las diferentes sociedades pueden ser tan dispares entre sí, ya que estos climas influyen notoriamente en la conducta del grupo: “los climas emocionales son los que explican la formación y mantenimiento de identidades sociales y políticas.” Y dos de las emociones que más determinan la acción política son la ira y el miedo.
LA IRA Y EL MIEDO: MOTORES DE LA POLÍTICA
El miedo es una emoción primaria que surge ante una amenaza inminente hacia nuestro bienestar físico, psíquico o social. El cerebro manda señales urgentes al organismo para que el individuo evite la situación, entre las que se encuentra el aumento de la frecuencia cardiaca y de la presión sanguínea, alteraciones en la sudoración y en la respiración, disminución de la temperatura, etc. La respuesta impulsiva del organismo suele serla huida, lo que hace del miedo una de las emociones más importantes para cualquier ser vivo, puesto que nos aleja del peligro. Sin embargo, en las relaciones sociales la respuesta ante el miedo no es la misma, puede cambiar para convertirse en ira, que induce al ataque, rebelión, hostilidad y violencia.”
La ira es otra emoción primaria, compartida también por la mayoría de las especies, que engloba otras emociones de su misma familia, como la rabia, la furia o el enojo. Una de sus principales funciones es la defensa tanto de la propia persona como de sus posesiones y de sus allegados. En el contexto social, también hace referencia a la protección de las creencias y valores propios.
Es muy común pasar de emociones como la ira o el enojo a sentimientos más duraderos, como el odio que, prolongado muchas veces voluntariamente generación tras generación, llega a ser la base de los mensajes de numerosos líderes políticos. Ese discurso del miedo está cimentado, normalmente, sobre un trauma, “un acontecimiento horroroso que provoca un shock que las personas no están en condiciones de procesar y afrontar.”
PWP 9. Adolf Hitler estimuló la ira y el resentimiento en los ciudadanos alemanes para fomentar un sentimiento de pertenencia a la nación alemana, señalando a un enemigo común como la causa de todas las dificultades económicas: los judíos”:
“No se puede consentir que el alemán viva bajo el mismo techo que los judíos, raza marcada de asesinos, de criminales, de enemigos mortales del pueblo alemán. Por consiguiente, los judíos deben ser expulsados de nuestras casas y de nuestros barrios […] Nos enfrentaríamos a la dura necesidad de acabar con el inframundo judío al igual que estamos acostumbrados a eliminar a los delincuentes en nuestro estado ordenado: a fuego y espada. El resultado sería el final real y definitivo de la judería en Alemania, su exterminio total.”
El principal desencadenante de traumas políticos en gran parte del mundo entre finales del siglo XX y lo que llevamos de siglo XXI es el terrorismo. El ejemplo más paradigmático, tanto por la gravedad del ataque como por su repercusión mediática, fue el derribo de las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre del 2001. Tras este horrible episodio, el gobierno de Estados Unidos reformó su Constitución, promulgándose el “Acta Patriótica”, con la que quedaban ampliados los términos “terrorismo” y “sospechoso”, se otorgaba más poder a los tribunales militares, etc. Se produjo, así, un giro en la actividad política de Estados Unidos, enfocándose ahora hacia la defensa a ultranza de la seguridad del país, aunque ello llevara consigo la limitación de derechos civiles.
El respaldo a movimientos restrictivos de las libertades suele encontrarse en la “política del miedo”: tratar de convencer a los ciudadanos de que el país se encuentra en una situación de amenaza extrema y, de esta forma, persuadirles de que acepten medidas que restrinjan sus libertades
- El caso de la guerra contra Iraq.
- Un ejemplo más cercano de la política del miedo fue la utilización electoral de los atentados de ETA en España por parte de algunos partidos políticos, tratando de mejorar sus expectativas electorales presentándose ante los votantes como defensores de los valores nacionales y comprometidos con la represión del terrorismo –en parte desprestigiando a los partidos rivales, a quienes recriminaban no ser suficientemente duros con los terroristas– Ello trajo consigo el recorte de multitud de derechos civiles, incluida la libertad de expresión, en nombre de la seguridad nacional, hasta el punto de que la expresión de algunas opiniones puede ser considerada en la actualidad un delito.
Una de las consecuencias fue el Holocausto de millones de personas, lo que supuso un trauma para el pueblo judío que se ha transmitido generación tras generación. Los líderes judíos se han servido, a su vez, de ese trauma para justificar su violenta irrupción en territorio palestino para crear el Estado de Israel.
En realidad, es tristemente frecuente que los líderes políticos utilicen acontecimientos de gran impacto emocional, como el terrorismo, crisis económicas, guerras, etc., para crear climas emocionales de inseguridad basados en el miedo u otra emoción fuerte, como la indignación, de los ciudadanos y, de esta forma, imponer medidas que en otras circunstancias no serían aceptadas
Pero no son solo los líderes políticos, otro ejemplo de gran actualidad en España sobre la utilización interesada de las emociones, especialmente la ira y el odio, con fines legislativos son las iniciativas de las víctimas del terrorismo, exigiendo reformas del código penal en demanda de una justicia difícilmente separable del ánimo de venganza. Si bien estos sentimientos son comprensibles, puesto que han perdido a seres queridos y han sufrido mucho dolor, no parece adecuado legislar bajo la influencia de emociones tan fuertes –algo que suele denominarse “legislación en caliente– por la misma razón de que no es deseable nombrar jueces a las propias víctimas, ya que la justicia se convertiría, así, en un ejercicio de venganza de consecuencias imprevisibles. Si la justicia ha de ser mínimamente imparcial, es imprescindible que se ejerza con cierta frialdad de ánimo y por personas que no estén involucradas directamente en los hechos.
Las campañas en favor de la prisión permanente revisable expresan sentimientos cercanos a la venganza, de los que algunos partidos se hacen eco con una mal disimulada intención de ganar votos. Tanto los familiares de las víctimas como los ciudadanos que apoyan el mantenimiento de dicha ley justifican la prisión permanente de los culpables apelando a “una sociedad más segura, más justa y más solidaria”, pero no podemos descartar, sin embargo, que influyan también la ira y la rabia por la pérdida de sus familiares, así como el odio a sus agresores. Miedo e ira son, en definitiva, emociones básicas que, llevadas al terreno político, pueden generar multitud de tensiones y conflictos.
LA COMPASIÓN
Otras emociones, utilizadas de forma adecuada, pueden contribuir a mejorar nuestra convivencia. Éste es el caso de la compasión, que puede definirse como una actitud bondadosa y respetuosa tanto hacia nosotros mismos como hacia los demás, que hace que podamos reconocer y comprender sus emociones y sentimientos en el marco de su experiencia personal. Esta descripción podría corresponderse con el concepto de “empatía”. Sin embargo, la compasión va más allá, combinando esa empatía que sentimos por el otro con el propósito de contribuir a mitigar su sufrimiento y proporcionarle bienestar.
La compasión puede ser, así, considerada una emoción positiva que puede contribuir a alcanzar una sociedad más solidaria y justa. Sin embargo, también puede desestabilizar la vida social si la colectividad se deja guiar por una compasión excesiva y particularista, sin tener claras las causas que les provocan tal emoción.
Nussbaum:
“el simple hecho de escuchar un relato muy gráfico e intenso del sufrimiento de un receptor potencial concreto puede inducir a las personas a favorecer a ese paciente injustamente poniéndolo en el primer lugar de una lista de candidatos para un trasplante y a echar así por tierra la política y el procedimiento positivos en vigor.”
Es habitual que un caso concreto capte más nuestra compasión que cuando se trata de un problema generalizado y sin nombre propio. El caso del niño caído en un pozo -Julen- ha destacado en los noticiarios por encima de otros acontecimientos con cientos de accidentados anónimos. Dado que la acción política suele ir en consonancia con el interés mostrado por los ciudadanos, despertado y alimentado frecuentemente por una espectacular cobertura de los medios de comunicación, es bastante frecuente que se oriente a resolver esos casos particulares, eclipsando el interés general.
PWP 10. Martha Nussbaum:
“la compasión es a veces la peor enemiga de sí misma”, ya que “la compasión vivaz que pueden despertar los casos particulares continúa suponiendo una amenaza al funcionamiento equitativo de tales principios, por lo que debemos ser conscientes del peligro y estar prevenidos para descabezarlo, pero sin perder la fuerza emocional ni la profundidad de percepción que proporciona esa emoción.”
La compasión bien gestionada –eso supone que el sujeto conozca los motivos de la emoción y no se deje llevar por una compasión exagerada que le haga apiadarse más de determinados casos concretos que de causas de interés general– también juega un papel importante en la actividad política y la vida social, ya que puede conducirnos a tomar decisiones más justas y solidarias.
Como dice Victoria Camps: “la inhumanidad y la falta de compasión son la misma cosa.”
Una sociedad en la que los individuos se compadezcan de los demás, sin importar que no sean allegados, hará que quien se vea beneficiado de ello probablemente actuará también de forma compasiva y benévola. Contagio emocional- No con distribución desigual de la riqueza.
LOS ENEMIGOS DE LA COMPASIÓN: LA ENVIDIA, LA VERGÜENZA Y EL ASCO
La envidia es una emoción que el individuo siente al desear las posesiones, logros y cualidades que se valoran como importantes de otras personas o al desear que tales personas los pierdan. Este deseo viene motivado por la comparación desfavorable entre la situación propia y la situación de aquellas personas a las que envidia, lo que en muchas ocasiones lleva consigo animadversión y hostilidad. Existe, no obstante, un tipo de envidia llamada positiva o sana que puede tener efectos positivos sobre la colectividad. A esta emoción se la conoce también como emulación. Quien la siente, compara su situación personal con la de otra persona, que es mejor que la suya y, por tanto, desea sus bienes. En la medida en que estos bienes están a su alcance realizando algún tipo de esfuerzo, se sentiría animado a esforzarse para lograrlo.
Una de las características más nocivas de esta envidia es que casi nunca se satisface, principalmente por dos razones: porque los bienes están repartidos de forma desigual en la sociedad y porque, muchas veces, los bienes que se desean –belleza, inteligencia, éxito social…– son muy difíciles de conseguir. Esto genera comportamientos hostiles hacia la fortuna ajena, aunque ésta no nos cause ningún mal.
PWP 11. Emociones que influyen negativamente en la toma de decisiones personales y políticas cuando no se saben gestionar:
- Ira Se transforma en odio generacional
- Miedo Políticas del miedo (represión)
- Compasión Compasión particularista
- Envidia Envidia pura, imposible de satisfacer
- Vergüenza Colectivos estigmatizados
- Orgullo Patriotismo excluyente
- Asco Racismo
En una sociedad como la nuestra, que premia la competitividad por encima de la cooperación y la empatía, no es extraño que crezca en los ciudadanos, incluidos los políticos, un deseo enfermizo por el éxito ajeno que, dadas las grandes desigualdades en el reparto de riquezas que genera el capitalismo, sea prácticamente imposible de satisfacer.
La vergüenza es una emoción universal que emerge al evidenciarse debilidades propias que el individuo trata de ocultar puesto que no se corresponden con el ideal que ha estipulado la sociedad. “Es netamente una emoción social ya que nos avergonzamos siempre de cara a los demás, esto es, “no hay sentimiento de vergüenza si no existe un ojo que mira y juzga a la persona.” Incluso cuando alguien se avergüenza de sí mismo por no haber cumplido sus objetivos o no haber estado a la altura de sus ideales, se trata también de una emoción social porque la imagen de nosotros mismos la formamos en relación con los demás.
Las minorías que no cumplen con la “normalidad” se sienten avergonzados. Si la mayoría impone hostilmente ese sentimiento de vergüenza a tales colectivos, se convertiría en humillación. Es un problema político serio cuando esa mayoría que determina la norma utiliza ese canon como criterio legislativo, prohibiendo y penalizando todo aquello que, por salirse de lo establecido como normal, provoca disgusto, e incluso asco, a la mayoría social.
Por asco entendemos la sensación de disgusto ante algo con mal sabor o mal olor, y que, por ese motivo, se rechaza. En los humanos esa sensación es más compleja puesto que no se activa únicamente a partir de las características sensibles del objeto, sino también a partir de nuestras creencias sobre tal objeto. En las relaciones sociales el asco suele ser, casi siempre, algo irracional que se siente hacia seres humanos clasificados como inferiores. La mayoría social se excusaría con el asco para rechazar el contacto con tales minorías, supuestamente más cercanas a la animalidad.
Al igual que con la vergüenza, el asco también puede servir a la mayoría social como fundamento de una ley que le permita subordinar a los colectivos estigmatizados.
Esto es algo que, aún hoy en día, presenciamos en algunas legislaciones. La homosexualidad, por ejemplo, ha sido rechazada durante años por considerarse algo antinatural y fuera de lo establecido como normal. Tanto es así, que actualmente solo veinticinco países reconocen legalmente el matrimonio homosexual, algunos de ellos desde hace muy poco tiempo, y aún se castiga a los homosexuales en muchos países con penas de cárcel, e incluso, en trece de ellos, con la muerte. Otro ejemplo: persecución al colectivo afroamericano.
Con estos ejemplos queda patente la intromisión en la actividad política y en la legislación de emociones fundamentalmente negativas, como la envidia, la vergüenza o el asco, que ponen en riesgo la práctica de la compasión y de otras emociones positivas que permitan legislar no solo a favor de una mayoría que establece lo que es “normal”, sino en beneficio de toda la sociedad.
SENTIMIENTO NACIONALISTA: AMOR, ORGULLO Y ODIO
Las identidades nacionales están impulsadas por emociones tan potentes que parecen obedecer a pasiones irracionales en lugar de a una teorización política más o menos racional. Se trata de una forma de amor hacia el grupo social propio, dirigido hacia una idea concreta, como la nación, y no hacia un objeto más abstracto, como puede ser la humanidad.
Ese amor suele llevar consigo una emoción de orgullo por la nación a la que se ama y por todos los elementos que la definen –lengua, costumbres, cultura, símbolos, etc.–. Ambas emociones bien gestionadas pueden motivar a los ciudadanos a hacer de su patria un lugar más justo que incluya también a los ciudadanos de otras naciones.
Sin embargo, si esta sensación de orgullo se convierte en un patriotismo excluyente que potencie la distinción entre “nosotros” –identificados como los “buenos”– y “los otros” –identificados como los “malos”–. corre el peligro de caer en la desmesura y convertirse en “un valor en sí mismo que deja de lado cualquier otro horizonte.”
Un patriotismo desmedido e irracional suele denigrar a otras naciones por considerarlas inferiores a la propia. Esa sensación de superioridad provoca extremismos que se manifiestan como odio y violencia contra todo lo que sea ajeno a la propia nación.
Los dirigentes políticos independentistas intentan convencer a la sociedad, por ejemplo, la catalana, de su superioridad frente al resto del Estado y activar en ella el deseo de independencia. Es así como comienza una devaluación continua de todo aquello que se considere contrario a la identidad que se siente como propia.
Es frecuente oír que el nacionalismo sirve para unir a los ciudadanos y, también, que es una fuente de conflicto y desunión. Ciertamente: une a sus partidarios, fortaleciendo la sensación de pertenencia, y fomenta la hostilidad respecto a quienes no comulgan con el credo nacionalista.
El odio y la ira que ha generado el nacionalismo secesionista catalán fuera de Cataluña han desembocado en un nacionalismo español a favor de la unidad inquebrantable del país. Con ello ha ido creándose un clima de hostilidad en toda España que enfrenta a los ciudadanos independentistas y a los que no lo son en una guerra inútil de banderas, llegando a veces, incluso, a una violencia física que, en lugar de acercarnos a una sociedad más compasiva y empática, nos aleja de ella.
Cuando comprobamos la fuerza que tiene hoy día en España el debate sobre el independentismo, las intensas emociones que despierta y la trascendencia que está cobrando para el resultado de las elecciones, momento crucial para nuestro futuro como grupo social, comprendemos muy bien la imperiosa necesidad de una educación que forme adecuadamente a los ciudadanos en los siguientes aspectos:
- Un amplio e independiente (por lo tanto, científico) conocimiento de la Historia.
- Una sólida formación intelectual que permita a los ciudadanos reconocer falacias lógicas
y sofismas argumentales. Lo que lleva aparejado el desarrollo de una capacidad crítica
personal para enjuiciar con independencia las ideas y los mensajes políticos.
- Todo lo anterior no serviría de mucho si no aprendemos a distinguir y reconocer las emociones que se ponen en juego cuando debatimos sobre el modelo de sociedad que consideramos más justo, y si no desarrollamos herramientas adecuadas para gestionar los posibles conflictos entre impulsos emocionales y argumentaciones racionales.